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septiembre
2000
Nº 69

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en portada
carl gustav jung
Ese gran constructor
VICTORIA CIRLOT
La autora celebra la aparición, en lengua
castellana, de la Obra Completa (Trotta) de Carl Gustav Jung y reflexiona
sobre la trascendencia de este proyecto editorial. Según Cirlot,
la relevancia total del intelectual suizo aún no ha sido descubierta.
Su concepción de la vida llamada por Michel Cazenave experiencia
interior será de crucial importancia en el nuevo siglo.
Desde el año 1925 el lector en lengua española
pudo acceder a los primeros textos traducidos del psiquiatra suizo Carl
Gustav Jung (1875-1961). Revistas como la de Occidente y editoriales españolas
como Luis Miracle o Seix Barral, y sudamericanas, como Losada o Fondo
de Cultura, han venido publicando la obra de Jung. Sin embargo, salvo
casos contados, las traducciones no han resultado ser demasiado fiables.
Si a esto le añadimos el hecho de que sólo se ha publicado
un tercio de la obra, hay que celebrar y acoger con gran entusiasmo el
proyecto de la editorial Trotta: la edición de la Obra Completa
de Jung con el patrocinio de la Fundación Carl Gustav Jung, es
decir, la traducción de los veinte volúmenes que la conforman,
además de los cuatro tomos de correspondencia, los seminarios,
la autobiografía y las entrevistas. La edición y traducción
se basa en la alemana de Walter Verlag, la mejor que existe en la actualidad,
que en 1971 se hizo cargo del proyecto comenzado por Rascher de Zurich
en 1958, pero que en 1969 fue interrumpido a causa de la muerte del editor.
La edición alemana siguió los mismos criterios que la inglesa
(Collected Works, en 20 volúmenes, publicados por Routledge and
Kegan Paul desde 1953 hasta 1979), pero como señala Enrique Galán
en su "Prólogo" a la edición española,
"presenta la genuina versión original de la obra junguiana,
el modelo estándar para las versiones italiana (Boringhieri, Turín)
y portuguesa (Vozes, Petrópolis, 1980), así como de la presente
edición española." (pág. xvii). Un plazo de
diez a quince años ha sido previsto para tal gigantesca empresa.
De momento han aparecido dos tomos: el volumen 1 y el volumen 15, en los
que ya se manifiesta el cuidado y rigor con que se ha realizado el trabajo.
Traducir a Jung
La traducción de los dos primeros capítulos
del primer volumen y del índice temático se debe a Andrés
Sánchez Pascual, el filósofo y traductor de Friedrich Nietzsche
o de Ernst Jünger entre tantos otros. Acerca de su labor traductora
es innecesario pronunciarse, porque es impecable e inmejorable. Los restantes
capítulos han sido traducidos por María Luisa Pérez
Cavana; la traductora del volumen 15 ha sido Cristina García Ohlrich.
Tanto en un caso como en otro un cotejo con el original de pasajes elegidos
al azar me ha mostrado lo ajustado de estas traducciones. Una comisión
científica, formada por Gisela Armbruster, Enrique Galán,
Luis Montiel, María Luisa Morales y Gabriela Wasserziehr, es responsable
de la supervisión de la edición; a Enrique Galán
se debe la "Presentación general" a la edición
española, en el volumen primero, así como sendas introducciones
referidas concretamente a los contenidos de los volúmenes primero
y decimoquinto. Todos estos textos introductorios son de una gran utilidad,
muy ricos en información, y sitúan las obras contenidas
en cada uno de los volúmenes: en la propia vida de Jung y en el
contexto cultural e histórico del que surgieron.
El primer volumen está formado por los estudios
psiquiátricos: desde su tesis doctoral (Acerca de la psicología
y patología de los llamados fenómenos ocultos) de 1902 hasta
trabajos publicados en 1905, en los que ya se comprueba su alejamiento
con respecto a la psiquiatría de aquel entonces, al tiempo que
ya se vislumbran las directrices de su futura investigación. El
volumen 15 se compone de textos publicados en el período de entreguerras,
entre 1922-1941, una época en la que Jung no publicó ninguna
gran obra (desde Tipos psicológicos de 1921 hasta La psicología
de la transferencia de 1946). Se trata de textos de índole diversa:
desde Paracelso a Sigmund Freud y Richard Wilhelm, y sobre todo aquellos
en los que se basa para formular un diagnóstico sobre el siglo
xx; me refiero a las páginas dedicadas a la creación poética
y, en especial, al extraordinario comentario acerca del Ulises de James
Joyce (Jung trató a su hija Lucía durante todo un año).
Una larga espera
Así pues nos encontramos a la espera de la aparición
de nuevos tomos de esta Obra Completa, y pensamos que, en efecto, tal
y como supone Enrique Galán en las primeras líneas de su
"Presentación", esta publicación responde a una
auténtica necesidad profesional, intelectual y cultural de nuestra
área lingüística, y ofrece a todos los hispanohablantes
"la posibilidad de acercarse adecuadamente a los escritos de un autor
que ha modificado sustancialmente el modo de entender no sólo el
trastorno psíquico sino la psicología humana en sus diversas
facetas, tanto en la biografía individual como en las identidades
colectivas" (pág. ix, vol.1). La "modificación
sustancial"que supone el pensamiento junguiano no es algo que pertenezca
al pasado, sino que fundamentalmente se proyecta al futuro.
Creo que el impacto de Jung es algo que todavía
está por llegar, lo cual no es extraño si aceptamos que
los años sesenta, setenta y ochenta no fueron las mejores décadas
para recibir y comprender la obra de un hombre convencido de la dimensión
espiritual del ser humano. Si, en cambio, reconocemos el incremento de
las exigencias espirituales del hombre en este próximo siglo y
milenio, advertiremos la riqueza que se contiene en una obra destinada,
si no a demostrar la verdad metafísica, sí al menos a comprobar
la verdad psicológica. Por eso, el historiador de las religiones
Mircea Eliade le llamó "profeta de los tiempos modernos",
convirtiendo en positiva la definición que le diera Sigmund Freud
en un sentido negativo: "Al principio era un gran sabio; pero ahora
se ha convertido en profeta" ("Rencontre avec Jung", Combat,
nueve de octubre de 1952). El carácter profético de Jung
(quien en modo alguno se consideraba profeta, sino sólo un investigador)
derivaba, en concreto, de su capacidad para indicar la salida a la crisis
del mundo moderno. El descubridor del inconsciente colectivo centraba
en la integración del mal el problema de la conciencia moderna.
Todo un mundo se abre ante el lector de la obra de Jung,
o mejor, todo un mundo se transfigura desde su mirada que da nuevas claves
de comprensión de la realidad, ordenada siempre desde el centro
interior del ser humano, desde el "conglomerado del alma", admitiendo
todo aquello que desconocemos, todo lo que todavía continúa
perteneciendo a la "terra incognita". La obra de Jung tiene
que interesar profundamente a todo aquel que se interese por la vida.
Creo que uno de los libros más bellos que he leído
nunca es Recuerdos, sueños, pensamientos. Fue su discípula,
Aniela Jaffé, quien editó el libro: desde 1958 recogió,
por medio de la grabación, los testimonios de Jung, y lo que en
principio tenía que ser una biografía, se convirtió
en una autobiografía, aunque él siempre hablara "del
libro de Aniela Jaffé" dentro de una clara actitud ambivalente
entre querer y no querer hablar de su vida. Se publicó en 1962,
un año después de su muerte, y en España fue publicado
por Seix Barral en 1966. Sólo las primeras frases ya nos ponen
en contacto con la extraordinaria personalidad de Jung. Oigamos algunas
en las que todavía está impresa la huella de la oralidad:
"Mi vida es la historia de la autorrealización de lo inconsciente
[...]. Así pues, me he propuesto hoy, a mis ochenta y tres años,
explicar el mito de mi vida. Sin embargo, no puedo hacer más que
afirmaciones inmediatas, sólo contar historias. Si son verdaderas
no es problema. La cuestión consiste solamente en si éste
es mi cuento, mi verdad.[...] Una persona es un proceso psíquico
al que no domina, o sólo parcialmente. Por eso no puede dar un
juicio final de sí mismo ni de su vida. [...] En el fondo, uno
nunca sabe cómo ha ocurrido nada. La historia de una persona tiene
un comienzo, en cualquier punto del que uno se acuerda, pero ya entonces
era muy complicado. Uno no sabe adónde va a parar la vida [...].
La vida del hombre es un intento arriesgado. [...] En el fondo sólo
me parecen dignos de contar los acontecimientos de mi vida en los que
el mundo inmutable incide en el mutable. De ahí que hable principalmente
de los acontecimientos internos. A ellos pertenecen mis sueños
e imaginaciones. Además constituyen la materia prima de mi trabajo
científico. Fueron como de lava y de basalto que cristaliza en
piedra tallable". Con estas líneas se inicia un relato fascinante:
su protagonista es un hombre para el que vida y trabajo se encuentran
inextricablemente unidos, pues la investigación procede de una
necesidad interior; un hombre para quien las ideas y las creencias no
guardan distancia alguna. Lo compacto de su ser se revela al contemplar
cualquiera de sus fotografías. En ellas aparece un hombre: es decir,
el ser que ha realizado su destino y, por tanto, ha cumplido con la voluntad
divina para la que fue creado.
Imponente personalidad
Charles Badouin (1893-1963), profesor de la Universidad
de Ginebra y fundador del Instituto de Psicagogía, escribió
en su diario el siete de octubre de 1934, a propósito de un encuentro
con Jung: "Ya es hora de reunir las impresiones que me ha causado
la personalidad de Jung en estos pocos días, de sacar conclusiones,
de descubrir el retrato. Es un retrato de pie, en el modo más absoluto,
porque es de pie como lo veo, mientras habla, mientras enseña.
De inmediato viene a la mente la palabra estatura, o bien el alemán
Gestalt. Jung no es un hombre de escritorio, de estudio; es una fuerza"
(Jung parla. Interviste e incontri, edición de William Mc Guire).
Esa fuerza es la que está presente en su obra, la que recorre su
vida, y la que le impulsó a realizar aquello por lo que merece
ser llamado el gran constructor.
El centro de la vida de Jung está ocupado por la
construcción del torreón de Bollingen, su verdadera morada,
situada en la orilla norte del lago de Zurich: "La palabra y el papel
no me bastaron; necesitaba algo más. Tuve que reproducir en piedra
mis ideas más íntimas y mi propio saber, o hacer una confesión
en piedra. Tal fue el principio del torreón que me construí
en Bollingen" (Recuerdos). La construcción del torreón
sucedió a lo largo de bastantes años: desde 1923 hasta 1935,
con transformaciones cada cuatro años. La primera idea consistió
en levantar una especie de cabaña primitiva donde el fuego ardiera
entre dos piedras, y de esa idea surgió la primera casa circular
de 1923. Cuatro años más tarde se le añadió
un anexo en forma de torreón. En 1931 otro torreón venía
a constituir un espacio reservado sólo a su privacidad, y en 1935
tuvo lugar el acotamiento de un trozo de tierra, un patio y una logia.
La construcción fue viviendo: "Me parecía el cumplimiento
de lo presentido anteriormente y una representación de la individuación",
y "sin meditar las conexiones íntimas", "sólo
posteriormente vi lo que había surgido y que ello poseía
una forma razonable: un símbolo de la integridad psíquica".
A la muerte de su esposa en 1955, decidió aumentar un piso más:
"Sentí el íntimo deseo de llegar a ser lo que yo mismo
soy". Esta materialización petrificada de su realidad interior
poseyó la forma de un mandala, el símbolo del sí,
el cuadrado-círculo que encierra el centro, y que Jung experimentó
tanto en su propia persona como en sus pacientes.
En realidad, la construcción de la torre siguió
a una época de profunda crisis que se inició en 1912, justo
después de la publicación de Transformaciones y símbolos
de la libido, que significó la ruptura con Sigmund Freud y por
tanto una intensa soledad, y que no concluyó hasta el final de
la primera guerra, cuando comenzó a comprender sus dibujos de mandalas:
"En los años que van de 1918 a 1920, aproximadamente, vi claro
que el objetivo del desarrollo psíquico es la propia persona. No
existe un desarrollo lineal, sólo existe circunvalación
del uno mismo. Un desarrollo unilateral se da como máximo en un
principio: posteriormente todo tiende hacia el centro. Este conocimiento
me dio confianza y progresivamente recuperé la tranquilidad interior.
Sabía que había alcanzado, con el mandala como expresión
del uno mismo, el último eslabón para mí. Quizás
alguien sepa más, pero no yo." (Recuerdos).
En Jung, tan interesante es su obra objetiva como la que
se refiere a su propia persona: el torreón, las piedras esculpidas
de Bollingen, el Libro rojo, allí donde recogía en dibujos
como miniaturas y en escritos a mano sus visiones, en definitiva, todo
aquello que permite una aproximación a lo que Michel Cazenave,
en un libro reciente y magnífico, denominó, siguiendo la
expresión de Georges Bataille, la "experiencia interior".
La inmensa cultura de Jung, la amplitud de su mirada capaz
de abarcar gran parte de la historia de la humanidad, no sólo de
Occidente sino también de Oriente, procedió de sus propios
estudios, de sus viajes, pero también del encuentro anual, desde
1933 hasta su muerte en el lago de Ascona, con los mejores estudiosos
de las más diversas tradiciones espirituales. Si bien Jung era
el espíritu rector del grupo Eranos, cuya historia está
aún por descubrir pero de la que ya están apareciendo monografías
(así, por ejemplo: Steven M. Wasserstrom, Religion after Religion.
Gershom Scholem, Mircea Eliade and Henry Corbin at Eranos, Princeton University
Press 1999, para citar la última), tampoco hay duda de lo enriquecedores
que debían resultar las conversaciones con un iranólogo
como Corbin, un historiador de las religiones como Eliade o un estudioso
de la mística judía como Scholem. En ambientes como el de
Eranos se conservó y preservó una tradición espiritual
tremendamente amenazada por un materialismo creciente en el mundo del
entorno y por un nihilismo hueco. Su absoluta certeza de la grandeza del
alma humana, en la que está impresa la imagen de Dios, convirtió
a Carl Gustav Jung en ese puente que une las antiguas tradiciones con
un futuro que no podrá seguir renunciando al hombre como un ser
íntegro y total.
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